martes, 1 de septiembre de 2015

Crítica seriéfila - Hannibal (3ª temporada)


Ya comenté en una crítica anterior los pocos defectos y las amplias virtudes de Hannibal, así que me centraré en lo visto en su 3ª y por desgracia, última temporada. Aviso que destriparé (je) la historia sin ningún pudor.

Antes de encarar esta 3ª temporada, había algo importante que solventar: el final de la anterior. Se filmó con la intención de que sirviera como final de la historia, ya que la amenaza de la cancelación estaba presente, y no se supo hasta el último momento que les renovarían por una temporada más. Al problema se le añade que resultó ser un final muy definitivo para prácticamente todos los personajes principales.

Por ello, es normal que el punto de arranque despierte tantas antipatías a un sector tan amplio del público, estando yo entre ellos. Resulta que todo el impacto que fue ver tanta muerte y tanta sangre al finalizar la 2ª temporada fue en vano, y además, según nos da a entender, en todo momento era un plan orquestado de Hannibal. No cuela, una cosa es que tuviera algo pensado para Will Graham, pero no para absolutamente todos los personajes que parecen morir.


Por suerte, a pesar de este inicio tan cogido por los pelos, sabe despuntar rápidamente, abandonando por completo el carácter procedimental de las primeras temporadas y abrazando una estructura mucho más lineal y compacta que le sienta de perlas a la historia.

Otra cosa a destacar para bien sería la idea de dividir la temporada claramente en dos partes, en un principio con el exilio de Hannibal y luego con la ansiada adaptación de El dragón rojo. Si que es cierto que el primer arco no siempre es interesante, pero la etapa final resulta ser una maravilla que se come con hígados y unas habas a la película protagonizada por Edward Norton.

Ya comenté que tanto Hugh Dancy como Mads Mikkelsen hacen unas actuaciones sublimes (en especial el segundo), por lo que voy a dedicar todos mis elogios, y bien merecidos, a Richard Armitage y a su excelente Dragón Rojo. Además de su evidente entrega física, es toda una delicia escuchar como logra modular su voz para transmitir esa presencia de monstruo que se supone que debe imbuir. En El Hobbit ya lo hacía muy bien, pero tras verle aquí, no tengo ninguna duda: debo seguir muy de cerca su carrera.


Para acabar, debo recordar la genial labor musical de Brian Reitzell, siendo una parte vital para que la genial dirección artística tenga ese acabado onírico tan perturbador y tan bello a la vez. Una buena muestra de como la simbiosis audiovisual es algo muy por encima de prácticamente todo lo que podemos ver en televisión es la (espectacular) escena lésbica entre Alana y Margot, la cual dudo mucho que cualquier espectador olvide en mucho tiempo.

Queda el asunto del final. El cierre que tienen ambos protagonistas, quienes tienen una relación mucho más compleja que lo que puede ser la amistad o el amor, es bastante satisfactoria, el problema está en el resto de los personajes, pues se queda excesivamente abierto, con una clara pretensión de continuar en una 4ª temporada que por desgracia, nunca veremos.

Creo que el mayor problema que ha podido tener Hannibal a sido pertenecer a una cadena como lo es NBC. Tiene dinero y acceso a grandes actores, pero lo que no tiene es el público para un producto tan cerebral y sangriento como este, por no mencionar su exigente narración. Tal vez, de haber salido en HBO o Showtime, hubiéramos llegado a ver esas 7 temporadas de las que se hablaba en un principio. Por desgracia, solo me queda soñar.

Nota: 8/10

No hay comentarios:

Publicar un comentario